mas alla de los conflictos politicos internos que hicieron siempre estragos en nuestra sociedad es bueno que veamos como un grupo de chicos tomaron la responsabilidad como hombres y fueron a defender nuestro Patrimonio nacional. En el dia de hoy no queria dejar de compartir este mensaje y que juntos podamos refleccionar en post de encontrar una sociedad mas justa mas equitativa y por sobre todas las cosas mas comprometida con el rol pratriotico que esta tierra nos demanda.
Mis queridos Amigos y hermanos Argentinos que el 2 de abril no se recuerde como el dia que la dictadura armo una guerra, que se recuerde como el dia que muchos jovenes y patriotas argentinos lucharon por un pais mejor.
Les mando un abrazo y viva la Patria.
Oso
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¡Tomamos las Malvinas!..., me dijo el telefonista de la radio hace 27 años, cuando entré a la emisora a cumplir mi turno. Había estado durante la semana anterior, recopilando datos de los equipos que jugarían desde Junio el Mundial de España; para conocerlos y no dejarme sorprender a la hora del relato y todo eso...; el día anterior habíamos contado en la radio la historia del Padre Lorenzo Mazza y el cumpleaños de San Lorenzo que se festejaba en la primera “B”, con tristeza para sus hinchas, pero con un fenómeno popular increíble en las canchas. Al otro día el que festejaba era Boca y ya teníamos contactos con Antonio Rattín quien años atrás había dirigido a Estudiantes de Río Cuarto, para homenajear a los xeneises. Ese: ¡”... tomamos Malvinas... “!, no me había sonado tan convincente en cuanto al hecho y al futuro. Se me ocurrió comenzar el programa deportivo con “Solo le pido a Dios” de Gieco. ¡Para qué! Desde el jefe de informativo hasta el director de la radio, pasando por el ordenanza y los locutores; me convirtieron inmediatamente en un traidor a la patria, por no querer una eventual guerra; por no imaginármela siquiera. La euforia continuó. Que viene la flota inglesa y que no viene. Que no se animan; los vamos a reventar, te contestaban como si se tratara de un partido de fútbol. Y nuestros pibes metidos en una isla llena de tipos ingleses, que no querían saber ni medio con nosotros. Y llegó la flota. Y empezó la guerra. Y el canciller explicaba lo inexplicable y la televisión la contaba como si la selección estuviera de gira, y la selección jugaba el Mundial y nosotros lo transmitíamos, y cuando jugaban los ingleses no había que nombrarlos, y los generales no daban la cara y la guerra era, y aún es, sólo de los pibes que allá estaban, los que murieron y los que quedaron vivos, no tan sanos y no tan salvos. En la Pampa Humeada la vida siguió igual, Jodita y pilchas, rizas y opiniones diversas de nuevos especialistas en aviones y portaaviones, en armas y trincheras. Y los pibes allá sin siquiera recibir las colectas que los figurones de la tele realizaban junto al pueblo solidario. Y se terminó. Y nadie habló ni de derrota ni de victoria. La película había terminado. Los capítulos de los noticieros habían llegado a su fin. Se capituló. El general argentino reconoció que había que volverse. Y los pibes cayeron ante los pies y las botas del Imperio Británico. No así su orgullo. Los mentores de la absurda contienda, los irresponsables también comenzaron a dejar un gobierno que les había servido sólo a ellos y a otros intereses tan foráneos como los ingleses, o peores. Y los pibes, ahora ya grandes, ahí están. Con el orgullo de haber defendido a un país que muy poco olfateó la guerra, que siguió su vida normal como si en el fondo del patio se pelearan otros, como si cada ciudad del continente hubiese sido un ring side donde palpitar el nocaut a favor o en contra. Y ese dos de Abril, de hace 19 años, es de los pibes, de los soldados argentinos que sí pelearon, que sí sufrieron, que sí murieron, que aún no han tenido el reconocimiento merecido y que si por ahí lo tienen es porque ellos se encargaron de agruparse y mostrarse, a pesar que la pasarela de la vida en el continente, apenas se los percibió como protagonistas de una película en la mayor parte de los medios inventada por mercenarios al servicio del régimen. 2 de Abril de 1982. Desembarco argentino en Malvinas, guerra en Malvinas, derrota en Malvinas. En memoria y reconocimiento de quienes realmente lo vivieron, que apenas fue una ínfima parte de un país de novela.
¡Tomamos las Malvinas!..., me dijo el telefonista de la radio hace 27 años, cuando entré a la emisora a cumplir mi turno. Había estado durante la semana anterior, recopilando datos de los equipos que jugarían desde Junio el Mundial de España; para conocerlos y no dejarme sorprender a la hora del relato y todo eso...; el día anterior habíamos contado en la radio la historia del Padre Lorenzo Mazza y el cumpleaños de San Lorenzo que se festejaba en la primera “B”, con tristeza para sus hinchas, pero con un fenómeno popular increíble en las canchas. Al otro día el que festejaba era Boca y ya teníamos contactos con Antonio Rattín quien años atrás había dirigido a Estudiantes de Río Cuarto, para homenajear a los xeneises. Ese: ¡”... tomamos Malvinas... “!, no me había sonado tan convincente en cuanto al hecho y al futuro. Se me ocurrió comenzar el programa deportivo con “Solo le pido a Dios” de Gieco. ¡Para qué! Desde el jefe de informativo hasta el director de la radio, pasando por el ordenanza y los locutores; me convirtieron inmediatamente en un traidor a la patria, por no querer una eventual guerra; por no imaginármela siquiera. La euforia continuó. Que viene la flota inglesa y que no viene. Que no se animan; los vamos a reventar, te contestaban como si se tratara de un partido de fútbol. Y nuestros pibes metidos en una isla llena de tipos ingleses, que no querían saber ni medio con nosotros. Y llegó la flota. Y empezó la guerra. Y el canciller explicaba lo inexplicable y la televisión la contaba como si la selección estuviera de gira, y la selección jugaba el Mundial y nosotros lo transmitíamos, y cuando jugaban los ingleses no había que nombrarlos, y los generales no daban la cara y la guerra era, y aún es, sólo de los pibes que allá estaban, los que murieron y los que quedaron vivos, no tan sanos y no tan salvos. En la Pampa Humeada la vida siguió igual, Jodita y pilchas, rizas y opiniones diversas de nuevos especialistas en aviones y portaaviones, en armas y trincheras. Y los pibes allá sin siquiera recibir las colectas que los figurones de la tele realizaban junto al pueblo solidario. Y se terminó. Y nadie habló ni de derrota ni de victoria. La película había terminado. Los capítulos de los noticieros habían llegado a su fin. Se capituló. El general argentino reconoció que había que volverse. Y los pibes cayeron ante los pies y las botas del Imperio Británico. No así su orgullo. Los mentores de la absurda contienda, los irresponsables también comenzaron a dejar un gobierno que les había servido sólo a ellos y a otros intereses tan foráneos como los ingleses, o peores. Y los pibes, ahora ya grandes, ahí están. Con el orgullo de haber defendido a un país que muy poco olfateó la guerra, que siguió su vida normal como si en el fondo del patio se pelearan otros, como si cada ciudad del continente hubiese sido un ring side donde palpitar el nocaut a favor o en contra. Y ese dos de Abril, de hace 19 años, es de los pibes, de los soldados argentinos que sí pelearon, que sí sufrieron, que sí murieron, que aún no han tenido el reconocimiento merecido y que si por ahí lo tienen es porque ellos se encargaron de agruparse y mostrarse, a pesar que la pasarela de la vida en el continente, apenas se los percibió como protagonistas de una película en la mayor parte de los medios inventada por mercenarios al servicio del régimen. 2 de Abril de 1982. Desembarco argentino en Malvinas, guerra en Malvinas, derrota en Malvinas. En memoria y reconocimiento de quienes realmente lo vivieron, que apenas fue una ínfima parte de un país de novela.
Osvaldo Alfredo Wehbe.
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