EL AMOR Y EL FUTBOL: DOS INDISPENSABLES
Te vengo a contar mi amor y a pedirte disculpas. Que yo te quería lo sabías, pero te tuviste que aguantar que en los recreos te diera un beso a hurtadillas y me fuera a patear con los chicos, que cuando tocara el timbre para entrar en la hora, ya estuviera todo transpirado y me metiese al baño, rápido para lavar las culpas y las manchas, cosa que la señorita no diga ni mú. Me mandabas un dibujo de una flor y yo, rebestia, las más de las veces te contestaba con una mirada cómplice, algún guiño, pero seguía jugando al ahorcado o al ta te ti con el Lucho. Y a la salida te quedabas esperando un buen rato para que fuéramos juntos caminando hasta el colectivo, perdíamos el de la una menos cuarto, sólo porque a la salida o había una de piñas o venían los del otro colegio a cambiar figuritas. Y yo te hacía llevar en la última hoja del cuaderno la lista de números del 1 al 320 y le hacíamos un círculo a la figurita que ya teníamos, y vos, mi amor, usabas la birome verde para que quedara claro cuántas nos faltaban para llenar el álbum. Encima el premio era una número cinco Campeonato Especial color marrón que había que engrasar con la grasa de vaca que le sobraba a mi vieja de las costeletas. Y hasta en eso me ayudabas. Te das cuenta que apenas teníamos 11 años. Vos con los Beatles en el tocadiscos, con el romance de los temas de Roberto Carlos y Lito Nebbia que nos emocionaba juntos, cuando debajo de la planta de nísperos del fondo de casa, yo escribía la fecha del Domingo en un cuaderno para anotar los resultados y llevar una estadística, incipiente periodismo de mi casi adolescencia. Y vos siempre allí. Si hasta sabiendo que te correspondía en el amor pero no a pleno como merecías, por el fútbol y la barra, si hasta sabiendo lo que iba a sufrir, medio que me resigné a perderte cuando el Molina, porque así lo conocíamos, por el apellido de campeón provincial de tenis, cuando ese rubio pintón te arrimó el barco para llevarte con él. Y vos en lugar de irte con él a ese desfile de modas medio cheto para la época en el club de Golf, me ofreciste acompañarme a pescar al arroyito que venía crecido, porque te enteraste que el Percha no me podía acompañar porque tenía la mamá jodida. Y en el secundario, petiza, te sentabas adelante y me dictabas todo, aún en los tiempos en que anduvimos peleados porque vos decías que te habían dicho que me vieron chapando con la Esthercita en el té de Montecarlo, el boliche adonde iba con mis amigos los viernes. Y no era cierto, porque yo te respeté siempre, nada más que tus amigas no me podían ni ver porque decían que era mersa, que andaba con la camiseta de fútbol todo el día y con la radio y te metían púa. Y los Domingos. Lo que te enojabas los Domingos. Íbamos sí o sí al cine: que Bullit, que Las Sandalias del Pescador, que Bonnie and Clyde. Y daban dos, te acordás? Y en la primera mientras las demás parejas eran un sólo bulto de tanto chapar, yo tenía la radio en la oreja escuchando el final de los partidos. Y después quería arrimarte en la segunda y vos no me dabas bola porque querías ver la película. Y hasta un día tiré la radio porque en medio de la huelgo perdimos contra un equipo misionero en pleno nacional. Y ya más grandecito, con la Universidad encima, me esperabas los viernes en el escalón del zaguán de tu casa, a la vuelta de la mía, a que yo apareciera recién bajado del colectivo. Y el sábado a bailar por la noche y por ahí me dormía porque el picado de la tarde había sido furibundo. Y toda la tristeza de los dos cuando el Domingo a la noche había que volver a Córdoba. Y prolongábamos el atardecer de ese día, que encima yo arruinaba un poquito mucho si mi equipo había perdido, que chambonazo, que plomo. Y hoy te veo ahí en la cocina preparando la cena para nosotros, Y las chicas revolotean y charlan y cantan, con la misma dulzura que vos tuviste siempre; y yo te miro y te quiero cada vez más. Y me traes unas aceitunas para matizar el vermucito, y ya está la radio, siempre está la radio, porque en un rato juega Talleres con River en Buenos Aires y por la Copan Libertadores. Y vos sabés que es así. Y entre goles, besos, penales errados, muchos mimos, la hemos ido llevando bastante bien en estos últimos treinta y cinco años. Desde que me iba a patear en los recreos. Pero vos sabías que volvía al rato. Y yo sabía que estabas. Apenas una historia más de enamorados. Que existieron siempre más allá de San Valentín que si me apurás te digo que era un nueve que jugaba en Boca.
Osvaldo Alfredo Wehbe.
1 comentario:
¡PRECIOSO RELATO!!Y ¡¡CUANTA VERDAD!! DEBERÍA HABER UN DÍA ESPECIAL PARA FESTEJAR ESE GRAN AMOR, AL QUE NINGUNA RIVAL PUEDE VENCER. FIRMA: Resignada de River
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