Desde hoy y para siempre, voy a regalarles pequeños relatos y cuentos de escritores bien argentos, bien de tierra adentro, segun el dia que se conmemore. En muchas ocasiones voy a citar a uno de mis favoritos, al Maestro de Rio Cuarto, al turco, al negro, a Don Osvaldo Wehbe.
LA SEÑO ILDA
Todo lo que uno guarda como archivo de datos no lo tiene en un diskette, en un CD. A pesar de los tiempos que permiten que ello ocurra, esto es, tener archivos y archivos de datos y más datos, hacia donde uno concurre cuando hace falta rescatar alguno que sé o1vidó. El verdadero archivo de datos, es el que no resiste olvidos. Son los comportamientos, los valores y las cuestiones con las cuales nos movemos para siempre. Ahí es donde aparece el maestro, la maestra, los formadores. Porque se sabe que un maestro es el que encarna el sentimiento de este día 11 de Septiembre, pero también se sabe que el maestro no sólo es el de la escuela. La señorita Ilda me enseñó a sumar y a restar, cosa que parecía importante y que los tiempos se encargarían de exaltar al extremo que hoy vivimos. La señorita Ilda me enseñó también e leer y escribir que es lo más lindo que me sucedió en esto del aprendizaje. La apuesta al analfabetismo por parte de un buen grupo de gobernantes de esta parte del mundo, dio sus frutos. Muchas mentes huecas, llenas de vacíos, con lectura que aprendieron con seños como la Ilda, pero que no utilizaron, ni utilizarán porque para eso está la TV y la compu. Con escritura aprendida vaya a saber con qué método que les permite horrores ortográficos y sólo letra de imprenta, total para qué te vas a preocupar, si escribir es apenas un trámite antiguo, inventado para papiros. A quien se le va ocurrir escribir un cuento, un poema, una carta, si todo está en Internet. La señora de González, en tanto, me contaba la historia argentina con Perón y el Che incluidos aunque estaba prohibido. Y uno sabe, palpa y discierne, diferencia entre héroes y traidores, patriotas de patrioteros. La historia de la maestra Teresa González me acercó a Moreno, a Dorrego, a Bustos, a Quiroga, a Urquiza, a Rosas, a Irigoyen, a Palacios, a Lisandro de La Torre, a Evita. Hoy, muchos de ellos, absolutamente ignorados por los jóvenes y por los no tan jóvenes. La señora de Maldonado me llevó con la Geografía a conocer un mundo inmenso sin viajar. Cuando la vida me depositó en ciertos lugares, aquella educación primaria de antes, me permitió hacer pie en cancha ajena. Hoy no es raro que un muchacho grandulón no sepa que es Madrid ó que una niña re-cuidada, re-moderna, re-copada, re-ignore cuál es la capital de Perú. A todas y muchas más de estas cuestiones escolares, de seños y de porteros, de tizas y pizarrón, de bancos de madera y tinta china, a todos se le agregan los maestros de vida y de profesión. Allí usted podrá pensar en su viejo, en un hermano, en un amigo, en un colega de su profesión, que por mas viejo o más sabio, le marcó un camino. En la mirada buena de Don Alfredo, mi viejo, en la amistad de seis o siete atorrantes, en periodistas como Ardizzone o Fioravanti, en un lindo grupo de escritores, músicos y futbolistas, en una compañera como la petiza y en las verdades de un par de pimpollos que viven con uno, saludo a los maestros de vida fuera del aula. Elija usted el suyo o los suyos, anéxelos a las de guardapolvo, las de la escuela digo, y brinde en este día. El día del maestro. Que no se van a extinguir a pesar de la invitación a la incultura, a la ignorancia y al desinterés que las políticas educativas han cultivado en Latinoamérica. Gloria y loor a la pluma y la palabra, a la lectura y la escritura, al saber y al entender. A pesar de ello, la batalla no terminará nunca jamás.
Osvaldo Alfredo Wehbe
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